ALFONSO CAMIN FUENTE DE CANCIONES
Rafa Lorenzo (cantautor)


- “Porque acaso yo nací para el canto.
Mi primer afan fué la tonada asturiana.”
(CAMIN, Alfonso, (1945) Son de Gaita, p.11)

"Porque acaso yo nací para el canto..."
La poesía de Alfonso Camín ha sido y será fuente y materia prima para quienes nos dedicamos a hacer canciones; manantial del que se ha surtido en ocasiones la canción asturiana, la tonada encontró en los versos y estrofas caminianas, letras para airear la voz singular de los grandes cantadores astures de ayer y hoy. Allende nuestras fronteras, la música ligera y popular, la canción de autor e incluso la propia lírica, bebieron de ese caño, lo mas trascendental de esto es la conocida zarzuela La picara molinera, estrenada en 1928, basada en su novela La Carmona; la romanza paxarín tu que vuelas, una auténtica joya, fue cantada por los mas grandes, Alfredo Kraus, José Carreras, Plácido Domingo, o en Hispanoamérica, estrenada en 1930, el tenor asturiano, de Tineo, Marcelino del Llano.
 Desde México, Chavela Vargas, recientemente fallecida, reafirmó su renombre en los años sesenta, entre otros éxitos con el poema de Camin, Macorina. En Asturias, sin ir más lejos, la generacion de cantautores, entre los que me incluyo, al pie de la transición politica, mediados los setenta, “la nueva cancion asturiana”, buscó ese chorro inagotable de asturianía y reivindicación social en sus poemarios, adobado siempre con la tristura de ver apagarse al poeta y languidecer su llama, que solo, de tarde en tarde, de vez en cuando, alguien aviva para que no quedarnos totalmente a oscuras.
 Puede decirse que Alfonso Camin nació para el verso desde su primaria afición a la canción asturiana, sus primeras rimas, cuartetas improvisadas, la compone de memoria para entonarlas él mismo por los caminos parroquiales en el vaivén de la infancia. Todos los de su entorno vecinal le reconocen, ya desde bien pequeño, su buena voz, afinada, alta y gayaspera, cantando tonadas populares, aprendidas antes incluso de saber leer y escribir, se le pegan al oído como llampares del pedreru, que escucha y retiene, cuando aun ni anda ni habla, a su padre y a otros jornaleros, a los segadores en el vaivén de la guadaña veraniega, del cabruñu, a las muyeres camino del mercado, a algun carromatero, o en el chigre y las romerías de Gijón, La Pola o Noreña.
 No es atrevida esta afirmacion si tenemos en cuenta que el travieso rapacín, inquieto y menudo, tal como el mismo cuenta, recorre los senderos del entorno acompañado siempre de una buena vara con que enderezar los malos pasos, la navaja de muelles a la cintura, a veces con su mastín, “Muley”, y siempre, a pleno pulmón, cantando asturianadas, entonadas mas de noche que de día, con agudeza y finura, cuartetas del acervo popular, algunas de ellas recogidas en su libro autobiográfico, Entre manzanos:

- “¿Adonde vas a dar agua
mozo, a los bueyes,
que desde lejos escucho
los cascabeles...” -

“La novia de Reverte
tiene un pañuelo
con cuatro picadores
Reverte en medio.”

- “De la fuente sale el agua
y del olivo el aceite
y de mi corazón sale
cariño para quererte...”

 - “La casa del señor cura
nunca la vi como ahora
ventana sobre ventana
y el corredor a la moda...”

 -“Arrimadito a la pipa
Y arrimadito al tonel
A mí no me rinde el sueño
Viendo la sidra caer...”

(CAMIN, Alfonso; Entre manzanos, pp. 61, 92, 117,192)

Cantándole al destino que le deparará hieles y mieses
Rememora Camín en esas páginas, aquellas canciones tradicionales por todos conocidas, ventiladas entre mozos y mazas al regreso de las romerías:

 -“carretera abaxu va 
En Santo Domingo entré, 
Y por Pedro Crespo Calvo 
Carpintero, pregunté... (p.195) 

 Gallardo él, solo, a su paso, empicando la voz cuando pasa bajo algun corredor o ventana acortinada, tras la que atisva una guapa moza, presumiendo de gallito:
 -“...como en las noches de escuela y algunas veces de cortejo yo volvía de las romerías cantando hacia casa: 
-“Si quieres cantar bien moza 
y tener la voz delgada 
beberás agua serena 
del rio Nalón de Pravia” (p.195) 

-“Según las gentes de mi tiempo, cantaba yo admirablemente este cantar de época: 
 Con ese mandilín blanco 
Vas publicando la guerra; 
 Y yo como buen soldado, 
 Siento plaza en tu bandera. 
 (Son de gaita, prólogo, p.12) 

 Llegadas las navidades, la chiquillería pedía el aguinaldo de puerta en puerta, tradicion guilandera, común a todo Asturias, para sacar algún provecho; en grupo iban llamando a las casas para recabar lo les daban que no era siempre.
 -“... en un grupo de cinco o seis, las muchachas tocaban panderos y nosotros llegabamos cantando frente a las casas cerradas: 
 - “Denos aguinaldo, 
Señora, por Dios 
que aqui estamos cuatro 
cantaremos dos...” 
 (Entre manzanos, p.229) 
- “...el que tenía la voz mas fuerte entre nuestro grupo le dedicaba esta copla: 
- “En el portal de Belén 
hay una perra cagando 
pa los dueños de esta casa 
que no nos dan aguinaldo” ( id. p.231) 

 Tiene ocho o diez años y ya trabaja de sol a sol en la cantera de Roces, en la que su padre es buen oficial. Es un rapacín sufrido, duro como las lajas que arrancan de la montaña, la barrena y la buxarda no le amilanan, si la fuerza flaqueara, la solivianta con alguna copla inventada:
- “Cantera de Casimiro 
donde trabajamos dos; 
uno dando a la barrena 
y otro dandole al barrón.” ( id. p. 177)

 Son cantares nacidos de la imaginacion del guaje de la Peñuca, sus incipientes rimas, espontáneas, ligeras; sin duda, el germen embrionario del futuro poeta. Inventadas sobre la marcha en sus troteras y danzaderas por la ruralidad gijonesa, yendo y vieniendo de la escuela nocturna, del trabajo, o del cortejo, de lo que también fue muy precoz: -
“...iba yo de Contrueces a La Braña... y echaba al aire mis tonadas: 
-Desde el monte hasta La Braña 
cuando voy a cortejar 
todas las mozas del pueblo 
salen a oirme cantar” (id. p.249)

-“Cierta noche iba yo con mi perro de cortejo a casa de Francisco Valiente que estaba sobre la carretera de Roces rumbo a mareo. Cantaba yo unas coplas que habia improvisado y las iba cantando, la mano en la navaja y el palo al brazo:

-“Aqui va Camin de Roces, 
voy de palo y de cortejo 
voy de Roces hasta Granda, 
voy de Granda hasta Mareo, 
voy de Roces a Tremañes, 
 voy de Roces a Porceyo, 
soy de San Julián de Roces, 
yo el mi pueblo non lo niego.” (id. p.132)

Camín despierta a la vida en la aldea gijonesa afrontando los retos de una infancia cargada de carencias, con orgullo y coraje innatos, los desboca, ayer como mañana, cantándole al destino que aún le ha de deparar hieles y mieses.
- En fin, que a medida que fui conociendo mis afanes, pienso que nací para muchas cosas antes que para hondero de Apolo; que pude ser precursor de la tonada asturiana, competidor de “El Polenchu”, “El Diablicvu”, “Quin el Pescador”, “Xuacu el de Sama” o “Pinín el de la Roquiella”, lo cual justifica mi nuevo libro “Son de Gaita y Otras Canciones”. (CAMIN, Alfonso; Son de Gaita. México, 1946, prólog, p. 13)


Camín con 18 años
En 1905, con apenas quince años, embarca en Santander camino de la emigración cubana. Aun antes de apearse del barco, el Presidente del Centro Asturiano de La Habana, Don Juan Bances Conde, que acude en su ayuda para que pueda desembarcar, junto a un pariente que poca atencion va a dispensarle, le pregunta a que se dedicaba en el pueblo.
-“...A las piedras y a la tierra. ...iba para cantero...
-¿Que es lo que mas te agrada?
- Cantar.
Se regocijó don Juan pero atajó el pariente, metiendo baza:
- Pues aquí en Cuba tienes que dedicarte al comercio, dejar de cantar y doblar el lomo.
A lo que comento don Juan: -El rapaz será lo que él quiera...” (CAMIN, Alfonso; México 1958, Entre palmeras, p. 37)


Los comienzos habaneros son muy duros y dificiles, la necesidad y el temperamento le traen y llevan en un continuo peregrinaje por diferentes almacenes y comercios regentasados por asturianos, empleado en pésimas condiciones, a veces sin soldada, duerme escasas horas en los desvanes, sobre camastro prestado; el pequeño tiempo que le queda para el descanso, lo aprovecha cuanto puede para empaparse de todo lo que tenga alguna letra impresa, aprender a toda costa es su empeño y dar rienda suelta a su imaginación escribiendo en papel de estraza, el de envolver mercancía, cantarinos de añoranza y versos con enjundia, que esconde donde puede para ocultar su verdadera vocación muy mal vista por los amos.

 En septiembre de 1906, lleva poco más de un año en Cuba, los dueños del establecimiento donde trabaja, le envian destinado al oriente de la isla, pero antes, recriminan su empeño versificador:

- Se corre por ahí que tú haces coplas. - No son coplas -repliqué yo, tomando la alusión por las de antruejo, que vendian en Gijón en los Carnavales, sobre un carro de bueyes, pregonandolas a perra gorda y no teniendo aún noticias de las de Jorge Manrique- sino cantares. -Y, ¿para que los quieres? Se me atragantó la respuesta, hasta que dije con voz firme: - Para que no me suceda con la voz lo que a los regatos cuando se ahogan en los prados, ni con la garganta lo que le pasó a Andarola, un vecino de mi pueblo, que por no limpiarla a tiempo se le llenó de sarro la chimenea, de le incendió y, a poco más. Acaba el fuego con la casa. -¿Y donde están los versos? - Perdilos. - Aquí están, –saltó uno de los empleados... - Los versos estaban hechos a lapiz en el grueso papel de la casa y Jenaro mandó leerlos en voz alta: 
- Tengo de volver un día 
de la ciudad de la Habana 
para casarme contigo 
y ayudarte en la labranza... 
 (...) Ya me soplaba un viento lírico en la cabeza. (O.C. pp. 105-106) 

 Descubre entre la gente cubana del pueblo auténticamente llano la musicalidad del lenguaje, la tradicion y el sentir indígena, se le pega como de niño la tonada, con ese ritmo y cadencia ya nacen algunos sonetos, versos mayores y menores y las primeras décimas españolas, unas improvisadas para las serenatas, otras para ser usadas por los duetos de cantantes, cantadores en pique, -(hay un remoto parecido en los careos vaqueiros)-, contraviniéndose uno con otro en opiniones de la vida cotidiana: -“Las guitarras, mas bien bandurrias, en las manos, iban sonando por el camino, los dedos probaban los bordones y yo iba repitiendo las décimas que improvisaba para que no se me olvidasen. El maestro hacia un alto, las copiaba sobre el cuerpo de la guitarra. 
 -“Cubana, dulce cubana, 
Dulce cubana y guajira: 
Ve el corazon que suspira 
Debajo de tu ventana. 
Cruzo potrero y sabana 
Por mirarte en el bohío; 
Como el pájaro judío 
Voy de lamento en lamento, 
¡y sólo me escucha el viento 
Del otro lado del rio!”(O.C. p.197-198)

Recuerda, como con 17 años, (1907), había dejado en una taberna habanera de Puerta Tierra, unas cuantas de esas espinelas, tituladas El sinsote y el canario, sobre una mesa escritas y olvidadas; pasado el tiempo, gran sorpresa se llevó, con enorme indignación, al escucharlas cantar por dos de estos chanzonetistas típicos, rodeados de notable auditorio y muchos aplausos, recaudando mientras interpretan buena bolsa de centavos.

- “Cantaban de décima a décima, de pecho a pecho y de bandurria a bandurria, mientras que un muchacho vendía a cinco centavos lo que cantaban. Era precisamente “El sinsote y el canario”. El negro hacia de sinsote cubano y el blanco de canario español. Compré uno de aquellos papeles y vi que llevaban la firma mancomunada de los dos hombres de la bandurria. Durante más de dos horas estuvieron repitiendo las décimas y recogiendo centavos. Despues se fueron repartiendose las ganancias, con la guitarra al brazo. Y, a lo mejor, yo no cené aquella noche.” (CAMIN, Alfonso, Son de gaita, p.229)

La lírica tradicional cubana, racimo de raíces propias, con reminiscencias africanas e influencias españolas, ha de inferir sobre manera en el lenguaje-mensaje poético de Alfonso Camin en sus comienzos y constantes. Sucederá lo mismo cuando se asiente en México poco despues, donde absorbe la savia del pueblo llano, lo reconvierte en esencia de propio cuño, y como hizo con la poesía afro-cubana, abre un portalón de frescura para ser su mayorazgo.

PONME LA MANO AQUI MACORINA… 

Chavela puso la voz y el sentido
 El domingo cinco de agosto se marchitaba a la vida, la cantante mexicana Chavela Vargas con dolor de corazón para los que sentimos pasión por la música de veras, mas aún por colegas como ella, sobrada de coraje; de tal puro sentimiento espontáneo, publicábamos al día siguiente de la triste noticia, en LA NUEVA ESPAÑA, condolidos versos a su memoria. 
 Chavela puso voz y sentido a decenas y decenas de canciones que en su mayoría le escribía su incombustible José Alfredo, pero iba a ser una, por si sola, la que le diera la primera luz universal, la rotación permanente. Decir Chavela Vargas es decir “Macorina”, y viceversa. La canción dio la vuelta al mundo. 
 Lo que muchos ignoran es que “Macorina” en realidad, es un poema de 75 versos, escritos por el Poeta de Asturias, Alfonso Camín, de los cuales la cantante escogió 31, más un estribillo, adoptado tanto en la poesía del asturiano como en la versión chavelista, arrancado de un danzón cubano. 
 Alfonso Camín del que el doce de diciembre se cumple el 30 aniversario de su muerte, escribió “Macorina” a mediados de los años veinte del pasado siglo. Lo publica por primera vez en Madrid, en la revista Norte, y en la primera edición de su poemario negroide, Carey, que reeditará en México veinte años más tarde. 
 Antes de que la cantante azteca musitara parte del poema de Camín, el propio autor da la noticia de que ya había sido bastión de triunfo en la poetisa y rapsoda cubana, Eusebia Cosme, usándola para su estreno artístico en Nueva York , cosechando un rotundo éxito: 

 -“… El ron de “Macorina” me lo han bebido treinta y dos veces. (…) La artista cubana -ébano y luna, noche emocionada de estrellas- nace a la vida del arte con mi poesía “Macorina”. Eso dice ella y eso asegura su profesora de declamaciones Graciella Garbalosa. “(CAMIN, A. Carey, prólogo, pp. 10-11)

La historia del poema caminiano “Macorina”, no tiene nada que ver con la hermosa María Calvo Nordase, otra “Macorina” dibujada en un danzón muy popular cubano, que paseaba su palmito por La Habana en un Ford rojo, ésta, como algunos piensan, no tiene nada que ver con la que refiere Camín en sus versos, tal creencia ha de venir alimentada por el “morbo” que despierta la cantante mexicana, incluso llego a achacársele un romance con la susodicha “taxista”, famosa por su hermosura y sensualidad y haber sido la primera mujer con licencia para conducir coches en la capital cubana. El sobrenombre parece que le viene dado por el defecto de un borracho que quiso decirle Fornarina, confundiéndola con la cupletista española, y lo convirtió en ese otro, quedándole como mote, por cierto no le agradaba en absoluto; hay quien va mas allá asegurando que el equívoco en realidad quería decir “maricona”. 
 Alfonso Camín dedica un capitulo entero a su poema Macorina en el libro Entre palmeras, -(1958, México, pp. 123. 136)-, donde desgrana la historia de esos 75 versos y un estribillo popular. 

- “A las pocas horas de navegar estaba yo en Cauto Embarcadero… Desde el atracadero, allá abajo, se subía por una barranca hasta el pueblo. Aquí nació “Macorina”. Aunque la escribiese muchos años después, aquí nació “Macorina”. (O.C. p.123) 

 El bardo de Roces versifica un lance amoroso sufrido por él mismo, con una hermosísima lugareña de la que se prenda nada más descubrirla en el baile. 
 El inmigrante asturiano ya comenzaba a espabilar en décimas y espinelas, al poco de llegar al Caribe, trashuma por tierras cubanas orientales, de almacén en almacén, buscando sustento como vendedor de telas y quincallas, o, en lo que se tercie. Tiene 16 para 17 años, cuando desembarca en la puebla ribereña de Cauto Embarcadero, donde consigue trabajo en “La Campana” un bazar de todo género y útiles para el campesinado o los braceros de la foresta del contorno. 
 Se hacen lánguidas las tardes después de cerrar y recolocar la tienda, los muchachos empleados, escuchan a la otra orilla del río la música sabrosa que se dispersa como niebla entre las pomaradas astures, impregnándolo todo de aroma y son. Como en Ítaca, los cantos de sirenas son embaucadores, mozos que desangran adrenalina por los poros de la piel, escapan en cayucos al barracón sonero de la otra margen vestidos de domingo. Las mujeres solteras y casadas, negras, blancas o mulatas, aceptan o deniegan la cortés invitación al baile; la mayoría de los hombres toman ron en la barra del tinglado. El inquieto Alfonso encuentra nada más llegar, la mujer de sus pupilas, se prenda de una hembra casi veinteañera, rubia, blanca, de ojos verdes, de la que solicita una y otra vez la danza, sin ser rechazado nunca, mueven las caderas apretándose las manos sobre el pecho, rodeándole él la cintura frágil y ella el hombro requemado por el sol del llano, toca la orquesta el danzón de turno…ponme la mano aquí Macorina, ponme la mano aquí… están ambos en la gloria.
-“Era un idilio casi mudo. Terminó el quinto, el sexto, el octavo danzón y la llevé hasta el asiento…” (O.C. p. 131) 
Pero en una de las pausas, cuando la acompaña a sentarse, el llanto inesperado de un niño sustrae a la joven, se apresura hacia el pequeño al cuidado de una muchachita, y tomándolo en brazos, le da el pecho que tapa púdicamente con un pañuelo de seda. El galán cortejador, sorprendido, le coge desprevenido, ella por el rabillo del ojo choca con su mirada desconsolada, tintándosele de inmediato los pómulos de azafrán, canela y amapolas. 
 -“… agarró al niño y le dio el seno, cubriendo aquella parte con un pañuelo de seda. La miré y se le acarminaron las mejillas. Inquirí y me dijeron que era casada.” (O.C. p. 131) 
 Como la del romance lorquiano, “y que yo me la llevé al río/ pensando que era mozuela,/pero tenía marido.”, la de Camín, era también una mujer “malcasada”. El noviazgo imaginado se cae al precipicio.
 El padre del criollo amamantado, era un blanquecido mulato, musculoso y pendenciero, gañan engreído a quien todo le mundo teme. Cuando se acaba la música al borde de la amanecida, el marido cuarentón al que apodan “El Jabato” empapado en aguardientes, esgrime un machete de pésimas intenciones, se encara con el asturianín menudo: 
 -“Aquí hay que bailar más decente y mucho más tratándose de mi mujer.” (O.C.132) 
 Camín saca un revólver y amenaza con usarlo, interviene la Guardia Rural, concluyendo la pendencia por suerte para el voceras que se libró de un tiro certero, se va entre risotadas dando tumbos de valiente.
 Alfonso Camín titula el poema con el nombre de la protagonista de aquella canción que bailaron en el sarao de Cauto Embarcadero, un nimio romance que nunca se le habrá de ir de la cabeza. Ya sería demasiada coincidencia si Macorina fuese en realidad el nombre de la bailarina del guateque. Lo conserva intacto todo en la memoria, palabras e imágenes imborrables, ilustradas con aquel estribillo pegadizo de un danzón. Lo saca a la luz al cabo de los años, desempolvando aquella vestal dorada que no dejó de ser mas que el sueño de una noche del otoño ribereño y el recuerdo permanente de un flechazo juvenil. Al fin y al cabo, como en las películas de Chaplin, al que también conoció en su día), Don Quijote se queda solo y sin Dulcinea, marchitando los caminos infinitos, al vaivén del bastón, por las candilejas del olvido. Esa y no otra es la verdadera historia del poema. 

 –“…así nació “Macorina”, sin ninguna concomitancia con la bella cortesana habanera, a no ser en el estribillo.” (ibid) 
 Más claro, el agua. 

 UNA TEORÍA

María Calvo Nodarse: una leyenda en La Habana
 Decía Chavela cuando le preguntaban por el origen de Macorina, que estaba basada en una pieza del siglo XVII, respondía esto, más bien porque la admirada cantante nacida en Costa Rica, evadía decir que la letra pertenecía al poeta gijonés, con el que tuvo algún que otro encontronazo; hubo un tiempo al principio del éxito musical, que ella afirmaba ser la autora de la canción, lo que obligó al temperamental Camín a hacerle varias advertencias verbales y finalmente medirle las espaldas con su bastón para que entrara en la verdadera razón de reconocer su autoría; suele contarlo con pelos y señales el biógrafo del de Roces, Albino Suárez, poeta de Laviana. 
 Tampoco cuadra en este caso, la historia generalizada que pone a la protagonista que da título al danzón, en una alegre y hermosa damisela llamada María Calvo Nodarse, una mujer bandera, nacida en 1892, dos años después que Alfonso, que será la primera automovilista con licencia oficial para conducir por las calles de La Habana, un flamante Ford rojo descapotable, entre otros lujosos coches, fruto de su belleza y sus prestaciones carnales a pasajeros de alta alcurnia, mientras le duró el glamour y la juventud. 
 Es bastante difícil que la música y la letra de la Macorina bailada en 1906 por el joven Camín de 16 años, en el guateque de Cauto Embarcadero, fuese el mismo danzón referido a la bella del automóvil colorado; hay razones obvias de edad y espacio en el tiempo para desterrar esa idea; cabe pensar mejor que hubo dos “Macorinas”: una, ser fruto de la evolución de una de aquellas rumbas o estribillos que salían del teatro capitalino La Alhambra, un coliseo de varietés, inaugurado en la Habana en 1890 y de gran apogeo en los primeros años del siglo XX; nido farandulero y noctámbulo, donde actúan cantantes y artistas de variada catadura y oficio, siempre abarrotado por quienes buscaban el mejor divertimento sin represiones ni trabas de clase ni condición social. Salían de aquellas madrugadas soniquetes que la calentura musical convertía en éxitos populares para lo que influía la continua repetición de aquellas picardías en los repertorios musicales de las orquestas asiduas a los guateques, fiestas y verbenas que se repartían a lo largo y ancho de la isla durante todo calendario rumbero y bailador del año festivo. Se cree que el autor del primer danzón Macorina fue el compositor matancero y director de orquesta, Antonio Torruella, “Papaíto”; otra, cercana a los años veinte, puede que evolucionada de la primera, es la que hace referencia a la famosa historia de la Nodarse, una vampiresa de fama y poder, (por su regusto desfilaron personajes de mucho renombre y prestigio, el propio Presidente Miguel Gómez se sabe que fue su amante y quien la puso a vivir como una reina), que ha de ser luego la más extendida y conocida. Chavela Vargas, había grabado la canción en los primeros años sesenta, convirtiéndose enseguida en un éxito mundial, luego la interpretarían otros artistas de renombre y talla, entre ellos el español internacional, Raphael.


Camín. Cuadro de P.A. Yomín
CAMÍN, FONTANA DE CANTADORES 

Toda la poesía camínica es de una armoniosidad asombrosa, cadente, cuidadamente estructurada, rítmica, presta para añadirle música y convertirla en canción, como hicieron, hacemos, algunos músicos y cantantes asturianos o hispanoamericanos, aprovechando todo ese potencial y talento que inspira nuevos matices en el pentagrama.
 Ya algunos títulos de sus libros son verdaderamente reveladores, Tonadas en la niebla, (1943); Son de gaita”, (1946)... abundan los títulos de canciones en sus poemas, no solo como estilo poético, sino como verdaderas creaciones para ser cantandas o acompañadas por algún instrumento musical, la gaita y el tambor en el caso asturiano, la guitarra o la bandurria entre la música española, cubana, mexicana, puertoriqueña... Muchas cuartetas, jácaras y estrofas se cantan y confunden con lo popular, siendo, no más, obra del Poeta de Asturias. Es bueno que el pueblo haga suyas las letras de un autor porque ahí radica el verdadero éxito, aunque a veces haya que pagar el peaje del anonimato.
 Cuenta el poeta en el prologo de Son de gaita y otras canciones, como en Madrid, se le presentó el grupo de Villaviciosa “Los Mariñanes” para que diese su opinión sobre su repertorio de - “canciones nuevas asturianas, salidas hace poco del alma del pueblo”. Sorprendido reconoció las canciones porque el mismo las había escrito dos años antes para el cantante de tonada, “El Diablicu”. - dos años antes “El diablicu”, mi compañero de andanzas por las romerías de Asturias durante el verano, me había pedido unos “cantarinos” para cantarlos él. No me pude negar. Cocinaba como Dios y cantaba como los ángeles... ¡Los cantares nuevos que me traían ahora “Los Mariñanes” eran los mismo que yo había ecrito para que los cantanra “El diablicu”. (CAMIN, Alfonso, Son de gaita y otras canciones, México, 1946; p.20)

Mediado el siglo XX, destacados intérpretes y conocidos creadores, han tirado de los versos de Camín para reflejar los sentimientos de asturianía que nadie como él supo plasmar en letra impresa. José González “El Presi”, fue otro de los grandes de la canción asturiana en servirse de Camín para hacer e interpretar canciones, el gran innovador de la tonada, como queda bien patente en Acuarela asturiana, versionada años después por otro de los grandes de la asturianada moderna, Vicente Díaz, en un disco homenaje al Presi, del año 2001.
 A partir de finales de los sesenta y sobre todo en los años setenta, sera el renuevo generacional de los cantautores, quienes se paren a recrearse en la lírica caminiana, desde otro punto de vista menos costumbrista y mas societario, entre los que cabe destacar a cantantes como el gijonés Julio Ramos; el ovetense Avelino López; el mierense Víctor Manuel... y en general, prácticamente todos los que medramos al amparo del “Nuevu Canciu Astur”, aun a pesar de que Alfonso nunca escribió un poema completo en asturiano, algunos nos atrevimos a traducir sus versos a nuestro idioma, (que el maestro me perdone si es que hay algo que perdonar), tal como ahora hice con una canción incluida en mi nuevo trabajo discográfico, próximo a ver la luz, en mi segunda incursión caminiana, reiterando el empeño de rendir homenaje y pleitesía a Alfonso Camín, el poeta asturiano y universal mas grande del siglo XX, olvidado o peor aún, desconocido en su Asturias Patria querida.

 Rafa Lorenzo 
Oviedo, 2-12-2012

* Publicado en La Nueva España el 11 de diciembre de 2012